Hay algo acerca de la palabra dicha o escrita, que nos inspira a ser mejores.
No sería capaz de ponerlo en palabras, pero es ese sentimiento de pronoia que llena nuestro ser cuando nos encontramos frente a un buen libro, o una persona que en cada palabra que pronuncia derrama una gota de su alma.
La literatura a pesar de parecer complicada a simple vista, no es más que eso, el arte de la expresión escrita o hablada.
Un vez que los humanos empezamos a razonar, no nos tomó mucho tiempo el querer comunicarnos, y está en eso mismo la clave de la vida, el transmitir apasionadamente aquello que creemos digno de contar. Sin embargo, con el paso de los años, la “definición” de lo que llamamos literatura se ha visto modificada a la conveniencia humana; aceptamos cualquier escrito firmado por una editorial famosa y lo llamamos un éxito literario, y como consecuencia perdemos uno de los mayores talentos de la vida, la verdadera pasión por lo que en realidad es bueno.
"Lo que en realidad es bueno"
Este es un punto en el que me gustaría hacer énfasis, puesto a que sin explicación
queda abierto a infinitas interpretaciones
Es imposible concordar en una definición acerca de lo que es bueno, debido a que lo que es “bueno” y lo que es “malo” no es nada más que opinión popular, con la capacidad de transformarse infinitas veces en interminables realidades.
Aquello que es bueno es lo que trae paz a nuestra alma y no interfiere con la beatitud de otros, y es en eso donde la radica la importancia de la literatura.
No hay tal cosa como un mal libro o una opinión errónea, pues esta es la belleza, el poder de la literatura y todo lo que conlleva.
En el momento en que decidimos expresar lo que sentimos hemos sobrellevado el obstáculo más difícil, el cual es tener el coraje de publicar algo, con el riesgo de ser juzgado, o aclamando por los demás. Y es en esa incertidumbre donde encontramos una de dos cosas:
Un ser razonable o nuestra razón de ser