Me causa orgullo poder compartirles una historia que escribà incluyendo a mi bella Ensenada, lugar donde nacÃ, me criaron, y actualmente estudio.
Esta historia concursó con alrededor de 300 historias más de alumnos de nivel de preparatoria, y la misma escuela eligió la mÃa para imprimirla en la sección de cuentos de la revista escolar, y con pasos pequeños como este es que planeo algún dÃa llegar a publicar un libro, y transformar a muchos con mi manera de ver el mundo.
Sin más preámbulos, la historia se las presento a continuación. ¡Disfruten!
Puerto encantado
¿Recuerdas la última vez que presenciaste magia aquà en Ensenada? Porque yo sÃ. Concédanme el honor de contarles lo maravilloso que fue.
Despertando por la mañana iba la pequeña Zarza en camino a su escuela, y como de costumbre, al dar vuelta por la Catedral, exclamó su madre con enojo:
–¡Otra vez caà en el mismo bache de siempre! No puede ser posible que el gobierno no se haga responsable, ¿Qué no ven que es un peligro el que las calles se encuentren en tan deplorables condiciones? Ahora tendré que llevar el carro al taller y… –
A estas alturas Zarza ya ni la escuchaba.
Mientras su madre seguÃa pensando en voz alta, la pequeña ya estaba ansiosa por llegar a la escuela, ¡Hoy es dÃa de pelÃculas! Y aparte, como es temporada de carnaval, los dejan salir temprano de la escuela; todo apuntaba a que hoy serÃa el dÃa perfecto. Lo que Zarza no sabÃa, es que estaba a punto de ponerse aún mejor.
–Que tengas bonito dÃa. –Dijo su mamá y luego añadió –. Recuerda llamarme cuando salgas. Zarza asintió con una sonrisa y entró a la escuela, caminó a su salón y se sentó a esperar a los demás. Esa era una de las mejores cosas de llegar temprano, puedes ver como todo empieza en la mañana. Como se prenden las luces de los pasillos, como el conserje va abriendo los salones y como el sol empieza a brillar cada vez más.
Después de esperar lo que pareció ser una eternidad pero probablemente solo fueron algunos minutos, por fin entró alguien al salón. – ¡Buenos dÃas! –Exclamó Zarza, pero al no obtener respuesta alzó la mirada y no habÃa nadie en el salón.
«Qué raro» pensó ella. «PodrÃa jurar que vi a alguien entrar».
Decidió levantarse y ver quien estaba afuera, o si habÃa alguien ahÃ, pero lo único que vio fue una pequeña lagartija blanca.
–Wow, vaya que eres bonita, pero aquà no hay tierra o agua cerca… ¿De dónde vienes? –. Créanme que si hubiesen estado ahà jurarÃan que la lagartija escuchó a la niña, pues después de que esta terminó de hablar, el animalito retomó su camino, constantemente volteando hacia atrás para ver si la niña le seguÃa.
«Qué más da, parece que nadie va a venir de igual manera». Y después de unos segundos, la niña y su nueva amiguita caminaban hacia… alguna parte.
Perdiendo completa noción de la ubicación y tiempo, Zarza se dio cuenta de que estuvo a punto de salir de la escuela, pero justo cuando iba a dar ese último paso, el guardia le advirtió que no podÃa salir sin permiso de sus papás, a lo que Zarza se disculpó y regresó al salón.
«Otro dÃa será» pensó mientras veÃa a la lagartija alejarse y perderse entre las hojas de unos arbustos.
Al siguiente dÃa la familia de Zarza decidió ir a acampar a una zona cerca de la bufadora, ahà pasarÃan el fin de semana, por la noche dormirÃan en casas de campaña, y por el dÃa caminarÃan entre los puestos de comida y artesanÃas. Nuevamente, Zarza se sentÃa feliz, hoy también serÃa un gran dÃa.
Al llegar a la zona de acampar, Zarza, su papá, su mamá y su hermano armaron su casa y se sentaron a descansar, ya estaba oscureciendo, asà que decidieron turistear hasta el próximo dÃa.
Por la noche, todo estaba muy tranquilo, excepto por el constante sonido de las olas del agua al impactar contra las piedras, y aunque Zarza habÃa estado en la bufadora varias veces, siempre le fascinaba semejante suceso.
-Yo creo que es una ballena atorada. – Dijo Zarza–. Si no, ¿cómo sube esa agua?
-A mà me dijeron que es una bruja atrapada, realizando hechizos para poder salir de ahÃ, por eso el agua sale disparada, por la magia. –Respondió su hermano.
Zarza soltó una carcajada ante el comentario de su hermano–. Tú y yo sabemos que la magia no existe.
Cuando todos estaban dormidos, Zarza escuchó las hojas del piso moverse, como si hubiera un pequeño ratón, o aun peor, un insecto muy grande. Cuál fue su sorpresa al ver que el sonido lo hacÃa nada más y nada menos que la misma lagartija que habÃa visto en su escuela.
–Hola pequeña, ¿Apoco me seguiste hasta acá? –. Nuevamente la lagartija pareció comprenderla y cerró sus ojitos en señal de confianza, al mismo tiempo que incitaba a la niña a nuevamente seguirla.
Más tarde, cuando estaba todo casi completamente oscuro, la lagartija empezó a descender por las piedras, y aunque al principio se veÃa peligroso, unos segundos después Zarza vio que, lugar donde pisaba la lagartija, lugar que se quedaba con una mancha de algo parecido a una luz. Si seguÃa los pasos exactamente todo estarÃa bien.
Al llegar al final de las piedras, a una distancia del agua que podrÃas tocarla con la punta de tu pie si quisieses, la niña se sentó y contempló el paisaje, el agua se veÃa más calmada que nunca, la luna brillaba con todo su esplendor, y la lagartija subió a la pierna de la niña, se quedó quieta por un momento, y después, inesperadamente mordió la pierna de Zarza, y ambas cayeron al agua.
Al principio Zarza estaba aterrorizada, todo estaba oscuro y el agua helada, y cuando iba a gritar a pedir ayuda, algo a lo lejos llamó su atención. Empezó como una bola de luz que se trasladaba hacia ella por el agua, pero conforme pasaban los segundos la bola se hacÃa más pequeña, y a su alrededor se formaban miles de puntitos de luz, todos acomodados en un lugar y de manera única.
Después de observar fijamente por un momento, Zarza vio lo que en realidad estaba pasando, no eran puntitos de luz, eran miles y miles de lagartijas, todas iguales a la que la niña habÃa encontrado en su escuela, y su piel blanca emitÃa cierto brillo que hacia el observar todo esto mucho más fácil.
Fascinada con lo que estaba sucediendo, Zarza decidió subir y quedarse sentada en una de las piedras para admirar todo desde un punto más elevado y menos frÃo. Estaba muy ocupada pensando en cómo todo esto era posible cuando por fin dio un vistazo por debajo de ella.
La luz que emitÃan las lagartijas, ere tenue cuando estas se encontraban solas, pero juntas, radicaban un brillo asombroso que iluminaba todo el mar, en incluso, lo que habÃa más abajo.
¿Alguna vez vieron algún documental sobre como las criaturas que viven en el fondo del mar son horribles y tienen todo tipo de dientes? Déjenme decirles que es mentira.
Lo que pasó a continuación es algo que no he olvidado y algo que espero la pequeña Zarza no olvide nunca.
El agua, gracias a la luz, era completamente transparente, y en ella se podÃan ver las miles de criaturas hermosas que llaman al mar su hogar, especies que se creÃan extintas se encontraban ahora en diferentes zonas a las que alguna vez habitaron, todas están aquà en Ensenada, y todas ellas viven en completa armonÃa. Sin importar cuanto tiempo Zarza pasara intentando contar las diferentes criaturas, era imposible, el mar era como un lienzo en blanco donde el universo plasmó todos y cada uno de los colores que existen, cada color, cada especie, única en todos los sentidos. Era impresionante ver que semejante belleza habÃa estado tan cerca toda su vida y ella no lo sabÃa, se sentÃa maravillada y seguÃa sin poder creer lo que veÃan sus ojos.
Zarza pasó toda la noche sentada en esa piedra, y conforme salÃa el sol el mar se iba oscureciendo, escondiendo los secretos que habÃan sido revelados a esta niña el dÃa anterior.
Cuando fue hora de regresar a casa, la familia empacó las cosas y las subió al carro, y aunque Zarza buscó por todos lados, no podÃa encontrar a la pequeña lagartija blanca.
¿HabrÃa sido un sueño? Se sintió muy real como para ser producto de su imaginación, y todo el camino regreso a casa, Zarza se quedó pensando si ayer en realidad habÃa pasado, pensaba en cómo podrÃa ser posible que tantas criaturas tan hermosas existieran al todas al mismo tiempo y en el mismo lugar. Definitivamente era algo muy difÃcil de creer.
Convencida de que todo habÃa sido un sueño, Zarza decidió descansar un poco antes de que llegaran a casa.
Y esta vez, no soñó, nada maravilloso fue creado en su cabeza mientras ella dormÃa. Desconcertada se despertó y miró por la ventana, ya habÃa oscurecido y al parecer sus padres habÃan parado el carro y bajaron al baño.
Zarza salió del carro para estirarse y fue ahà cuando lo vio. Corriendo por las piedras se veÃa una pequeña lagartija blanca, que por un instante volteó en la dirección de Zarza, y ella se dio cuenta que era imposible replicar en un sueño esos intensos ojos azules, y el brillo que emanaba. Se sumergió en el agua, seguida de cientos iguales a ella y no fue hasta entonces que Zarza supo con certeza que lo que habÃa pasado era completamente real.
Ya en el carro, todos estaban dormidos excepto Zarza, que sacudió el hombro de su hermano para llamar su atención.
-Oye-. Dijo ella en voz baja. -Dime-. Respondió su hermano aún un poco dormido.
-TenÃas razón, creo que estoy empezando a creer en la magia.
-Tania Vianey Mesta Chavira